La diabetes mellitus, una condición que afecta a más de 500 millones de personas en el mundo, ya es reconocida por sus complicaciones cardiovasculares, renales y oculares. Sin embargo, en las últimas décadas, un nuevo frente ha emergido en la investigación médica: su relación con el deterioro cognitivo. Estudios han revelado que las personas con diabetes tipo 2 tienen un riesgo 1,5 a 2 veces mayor de desarrollar demencia, incluyendo Alzheimer. Esta conexión ha llevado a algunos científicos a proponer un término polémico pero revelador: "diabetes tipo 3", una disfunción insulínica cerebral que podría explicar este vínculo.
Concepto en construcción: ¿qué es la "diabetes tipo 3"?    Aunque no está oficialmente reconocido por la comunidad médica, el término "diabetes tipo 3" fue acuñado en 2005 por la investigadora Suzanne de la Monte, de la Universidad de Brown. Se refiere a una depleción de insulina en el cerebro y a la resistencia a esta hormona en tejidos neurales, asociada con la degeneración neuronal y el desarrollo de Alzheimer. 
   A diferencia de la diabetes tipo 1 (deficiencia insulínica periférica) y la tipo 2 (resistencia insulínica sistémica), la "tipo 3" se centra en el sistema nervioso central.
   "El cerebro produce su propia insulina, crucial para la supervivencia de las neuronas", explica la Dra. Fernanda Gómez, neuroendocrinóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México. "Cuando esa producción se altera o las células dejan de responder a la insulina, se activan mecanismos que dañan la comunicación neuronal y aumentan la acumulación de proteínas tóxicas, como el beta-amiloide".

La insulina: más que un regulador de la glucosa  
   La insulina es conocida por su papel en el metabolismo de la glucosa, pero en el cerebro, su función es mucho más compleja. Actúa como un neuromodulador, facilitando la plasticidad sináptica (clave para aprender y recordar), la supervivencia neuronal y la reducción de la inflamación. Además, regula la producción de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina.
   En condiciones normales, la insulina atraviesa la barrera hematoencefálica mediante transporte activo. Sin embargo, en personas con resistencia insulínica sistémica (como en la diabetes tipo 2), este proceso se ve comprometido. Un estudio publicado en Nature Reviews Neuroscience (2022) encontró que niveles bajos de insulina en el líquido cefalorraquídeo correlacionan con peores resultados en pruebas de memoria.

¿Cómo actúa la "diabetes tipo 3"?  
   Según investigaciones, la falta de insulina cerebral desencadena una cascada patológica:  
1. Acumulación de proteínas tóxicas: La insulina regula la fosforilación de la proteína tau. Su déficit promueve la formación de ovillos neurofibrilares, característicos de Alzheimer.  
2. Estrés oxidativo e inflamación: Las neuronas, privadas de energía, generan radicales libres que dañan el ADN y las membranas celulares.  
3. Disfunción mitocondrial: La insulina estimula la producción de ATP su ausencia reduce la energía disponible para las neuronas.  
4. Atrofia cerebral: Estudios con resonancia magnética muestran menor volumen en el hipocampo y la corteza prefrontal en pacientes con diabetes y demencia.
   "Es como si el cerebro estuviera "hambriento" de energía, a pesar de niveles normales de glucosa en sangre", compara el Dr. Miguel Ángel Hernández, neurólogo del Instituto Nacional de Neurología de España.
Evidencia científica: riesgo elevado    Un metaanálisis de la Universidad de Cambridge (2021), que incluyó a más de 2 millones de participantes, concluyó que la diabetes tipo 2 aumenta el riesgo de Alzheimer en un 53% y de demencia vascular en un 114%. Otro estudio en The Lancet Neurology (2023) estimó que hasta un 15% de los casos de Alzheimer podrían atribuirse a la resistencia insulínica cerebral.
   La relación es bidireccional: no solo la diabetes favorece la demencia, sino que el deterioro cognitivo puede empeorar el control glucémico, creando un círculo vicioso. Además, la diabetes tipo 1, aunque menos común, también se asocia con un riesgo moderado de disfunción ejecutiva si el control glucémico es deficiente.
¿Es válida la categoría "diabetes tipo 3"?     No todos los expertos aceptan el término. Para algunos, es una simplificación excesiva de un proceso multifactorial. "Alzheimer es una enfermedad heterogénea. Reducirla a un problema de insulina ignora otros factores, como la genética ApoE4 o la hipercolesterolemia", argumenta el Dr. Carlos López, investigador del CSIC.
   Otros, como la Dra. Gómez, defienden que el concepto ayuda a enfocar estrategias terapéuticas. "Llamarlo "diabetes tipo 3" facilita la comprensión pública y fomenta la investigación en tratamientos dirigidos", añade.
Prevención y manejo   Aunque no existe un tratamiento específico para la "diabetes tipo 3", se recomienda:  
• Control glucémico estricto: Mantener HbA1c por debajo del 7% reduce riesgos.  
• Dieta cetogénica o mediterránea: Ricas en grasas saludables y antioxidantes, mejoran la sensibilidad insulínica.  
• Ejercicio físico: Incrementa la expresión de receptores insulínicos en el cerebro.  
• Suplementación: Vitaminas B12 y D, y magnesio, podrían mitigar daño neuronal.  
• Terapias emergentes: Ensayos clínicos prueban insulina intranasal para mejorar la cognición.
   "La clave está en la prevención temprana. Una persona con prediabetes debe ver el diagnóstico como una oportunidad para actuar", destaca el Dr. Hernández.
Futuro incierto, esperanza renovada     La investigación sobre la "diabetes tipo 3" está en sus primeras etapas, pero ya inspira nuevos enfoques. Proyectos como el consorcio europeo DIAMOND (Diabetes and Alzheimer"s Molecular Networks Discovery) buscan identificar biomarcadores cerebrales específicos. Mientras tanto, la medicina personalizada y la IA podrían diseñar tratamientos combinados que atiendan tanto la diabetes como el riesgo cognitivo.
Más allá del páncreas     La conexión entre la diabetes y las alteraciones cognitivas redefine nuestra comprensión de estas enfermedades. Si bien el término "diabetes tipo 3" sigue siendo controversial, su utilidad radica en alertar sobre la necesidad de cuidar el cerebro tanto como el corazón o el riñón. En un mundo donde la longevidad avanza, y con ella la prevalencia de diabetes y demencia, integrar la salud metabólica y cerebral podría ser el camino hacia un envejecimiento saludable. Como dice el refrán médico: "Lo que es bueno para el corazón, es bueno para el cerebro". Y quizás, para la insulina cerebral también.
Fuente: diarionorte.com