Reducir la hipertensión arterial disminuye el riesgo de demencia y deterioro cognitivo-

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Reducir la hipertensión arterial disminuye el riesgo de demencia y deterioro cognitivo-
Reducir la hipertensión arterial disminuye el riesgo de demencia y deterioro cognitivo-

21 de Abril, 2025-Nuevos estudios confirman que controlar la presión arterial alta puede ser una estrategia clave para proteger la salud del cerebro.

La hipertensión arterial, un problema de salud global que afecta a millones de personas, no solo incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares, sino que también está vinculada a un mayor deterioro cognitivo y probabilidad de desarrollar demencia. Sin embargo, estudios recientes confirman que controlar la presión arterial alta puede ser una estrategia clave para proteger la salud del cerebro.  

Vínculo entre hipertensión y deterioro cognitivo  

   La relación entre la hipertensión arterial y el deterioro cognitivo se ha convertido en uno de los hallazgos más relevantes de la neurología moderna. Estudios recientes demuestran que la presión arterial elevada no solo es un factor de riesgo cardiovascular, sino también una amenaza silenciosa para la salud cerebral, capaz de acelerar el envejecimiento cognitivo y aumentar significativamente las probabilidades de desarrollar demencia.  

Mecanismos del daño 

   La presión arterial alta ejerce un efecto destructivo progresivo sobre el cerebro a través de múltiples mecanismos:  

1. Daño vascular crónico:  

   La hipertensión genera un estrés constante en las paredes de los vasos sanguíneos cerebrales, volviéndolos más rígidos y estrechos. Esto reduce el flujo de oxígeno y nutrientes a las neuronas, un fenómeno conocido como hipoperfusión cerebral. Con el tiempo, las arterias dañadas pueden desarrollar microhemorragias o pequeños infartos cerebrales (llamados infartos lacunares), que aunque pasen desapercibidos inicialmente, se acumulan y afectan la conectividad neuronal.  

2. Atrofia de la materia gris:  

   Las imágenes por resonancia magnética han revelado que los pacientes hipertensos presentan una reducción acelerada del volumen cerebral, especialmente en áreas críticas para la memoria y el razonamiento, como el hipocampo y la corteza prefrontal. Esta atrofia se asocia directamente con pérdida de capacidades cognitivas.  

3. Alteración de la barrera hematoencefálica:  

   La hipertensión crónica debilita la protección natural del cerebro, permitiendo que sustancias nocivas penetren en el tejido neuronal y desencadenen procesos inflamatorios que favorecen enfermedades neurodegenerativas.  

   La evidencia científica es contundente: un amplio estudio The Lancet (2016) analizó más de 4 millones de pacientes, se determinó que las personas con hipertensión no controlada tenían un 60% más de riesgo de desarrollar deterioro cognitivo leve comparado con quienes mantenían una presión arterial normal. El peligro aumentaba proporcionalmente con los años de exposición a hipertensión.  

   En tanto, la investigación Sprint Mind (2019), un ensayo clínico revolucionario, demostró que reducir la presión arterial sistólica a menos de 120 mmHg (en lugar del objetivo tradicional de 140 mmHg) disminuyó en un 19% los casos de deterioro cognitivo leve y en un 15% la probabilidad de demencia. Los resultados fueron tan significativos que llevaron a replantear los protocolos de tratamiento.  

   Un metaanálisis en Hypertension Journal (2023) confirmó que cada aumento de 10 mmHg en la presión sistólica se asocia con un 7% más de riesgo de demencia vascular y un 5% más de Alzheimer, independientemente de otros factores.  

Hipertensión y tipos de demencia  

   El impacto varía según la patología. En los casos de demencia vascular es la más directamente vinculada a la hipertensión. Los accidentes cerebrovasculares silentes (pequeños infartos no detectados) son su principal causa, representando hasta el 30% de los casos de demencia en mayores de 65 años.  

   En el caso de la enfermedad de Alzheimer, aunque su origen es multifactorial, la hipertensión acelera la acumulación de proteína beta-amiloide y tau, características de esta enfermedad. Un estudio en Nature Aging (2022) sugirió que controlar la presión arterial podría retrasar su aparición hasta 5 años.  

Factor Tiempo

   Los neurólogos enfatizan que el daño cerebral por hipertensión comienza décadas antes de que aparezcan los síntomas. Un dato alarmante del Framingham Heart Study mostró que personas de 40-50 años con presión elevada tenían un 75% más riesgo de demencia al envejecer, incluso si normalizaban sus valores después.  

   "El cerebro es como un dique que se agrieta lentamente. Cuando notamos las filtraciones, ya hay daño estructural", advierte la Dra. Elena Ruiz, neuróloga del Instituto de Neurociencias.  

   Estos hallazgos convierten el control de la hipertensión en una estrategia clave de prevención cognitiva. Las sociedades médicas recomiendan:  

• Chequeos anuales desde los 35 años en personas con factores de riesgo.  

• Monitoreo ambulatorio de 24 horas para detectar hipertensión enmascarada.  

• Intervenciones tempranas combinando medicación y cambios de estilo de vida.  

   La hipertensión no tratada es hoy reconocida como uno de los pocos factores modificables de demencia. Controlarla no solo alarga la vida, sino que preserva la calidad de esa vida al proteger nuestras capacidades mentales. Como sostiene el doctor Robert Carey, experto de la American Heart Association, "Ningún fármaco para la demencia ha demostrado tanta eficacia preventiva como un buen control de la presión arterial".  

Mensaje esperanzador  

   Aunque la demencia es multifactorial, reducir la hipertensión se posiciona como una medida accesible y efectiva para disminuir su incidencia. Las autoridades sanitarias insisten en la importancia de campañas de concientización, ya que muchos pacientes desconocen este vínculo.  

   En un mundo donde el envejecimiento poblacional aumenta los casos de deterioro cognitivo, adoptar hábitos preventivos podría marcar la diferencia entre una vejez con lucidez o una afectada por la pérdida de memoria. La ciencia lo respalda: cuidar el corazón es cuidar el cerebro.  

Fuentes: The Lancet, estudio SPRINT MIND, Sociedad Española de Neurología.

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