Expertos de todos los sectores se expresaron con mayor o menor dureza críticamente, coincidiendo en calificar las proyecciones incluidas en el documento como con calificativos que fueron desde "demasiado optimistas" hasta "inverosímiles". Todos coincidieron en que, de cumplirse los supuestos de Milei, la Argentina estaría frente a un milagro económico, aunque advierten que la realidad es bastante menos auspiciosa.
   El punto de partida de la crítica se centra en los números básicos del presupuesto: inflación, tipo de cambio y crecimiento. El gobierno proyecta que la inflación anual cerrará en 24% en 2025, cuando ya hay un 19% acumulado en los primeros meses del año. Para 2026, la cifra baja todavía más: un 10% que luce "prácticamente imposible" en un contexto de alta inercia inflacionaria.
   El otro dato polémico es el dólar. El Ejecutivo lo ubica por debajo del valor actual, algo que el economista considera ilusorio a menos que ocurra una "inyección extraordinaria de dólares" que, a su juicio, solo podría provenir de un préstamo masivo de EEUU, escenario poco probable. A esto se suma la proyección de crecimiento del 5,4% para este año y del 5% para el próximo, cuando las consultoras privadas esperan alrededor de un 4% y con fuertes riesgos a la baja.
   Los expertos advierten que la subestimación no es inocente: si los ingresos fiscales no alcanzan, será imposible sostener las promesas de ajuste sobre universidades, jubilaciones y otros rubros sociales.
El futuro del dólar y la inflación
   Uno de los apartados más sensibles del informe tiene que ver con el dólar. Tras las elecciones el tipo de cambio será inevitablemente liberalizado y se ubicará en niveles "bastante más altos", estiman, sobre todo a partir de la cotización de los dólares futuros vendidos por el BCRA como parte de su estrategia de contención del precio de la divisa. 
   Sin embargo, no se prevé que esa devaluación derive en un estallido inflacionario inmediato, dado que el consumo está "muy deprimido", lo que limitará el traslado a precios. Como ejemplo citan lo ocurrido en 2002, cuando una devaluación del 300% se tradujo en apenas 40% de inflación adicional, lo que de todos modos aumentó enormemente las penurias de la población.
   El problema, explican, es que el Banco Central solo puede intervenir en el mercado mayorista cuando el dólar toca el techo de la banda cambiaria, y lo hace con autorización del Fondo Monetario Internacional. Esa herramienta, limitada y condicionada, deja en claro que las proyecciones oficiales de estabilidad son poco más que un deseo.
El presupuesto como jugada política
  Más allá de lo económico, el grueso de los economistas plantean una hipótesis política: ¿no será que el gobierno elaboró un presupuesto lo suficientemente laxo e impreciso para que no se apruebe en el Congreso? En ese escenario, Milei podría continuar gobernando con el presupuesto vigente, lo que le permitiría asignar recursos con total discrecionalidad. "Es una posibilidad con la que el gobierno se siente cómodo", aseguran, recordando que no sería la primera vez que ocurre en la historia argentina.
   Este punto es clave porque conecta el debate técnico con la estrategia de poder. Un presupuesto dibujado no solo falsea expectativas económicas, sino que además amplía la capacidad del Ejecutivo de manejar fondos según conveniencias coyunturales.
   El Presidente reclamó la aprobación de su proyecto sin cambios, advirtiendo que de lo contrario gobernará por decreto hasta 2027, con riesgo de crisis inflacionaria y colapso político. La combinación de promesas sociales con vetos a las leyes que las garantizarían, busca polarizar la campaña entre una continuidad autoritaria y una oposición que, sin proyecto alternativo, espera pasivamente al 2027. 
   El Presupuesto 2026 se presenta, en la apreciación generalizada de los profesionales del sector, como un documento que "dibuja los números" y desconoce la realidad. Las proyecciones de inflación, dólar y crecimiento parecen más un deseo que un diagnóstico, y su eventual rechazo en el Congreso no incomoda al gobierno, que de ese modo gana discrecionalidad. En el trasfondo, la contradicción entre un discurso rígido sobre el superávit y la práctica internacional refuerza la idea de que el país enfrenta, una vez más, un plan económico más cercano a la retórica que a la realidad.
Fuente: diarionorte.com