El desempeño del sector considerado "estrella", petróleo y minería, no solo no está generando empleo, sino que está destruyéndolo. En la actualidad, el complejo de petróleo y minería registra alrededor de 87.500 empleos formales.
En noviembre de 2023, esa cifra ascendía a 94.600 puestos. Es decir, se perdieron más de 7.000 empleos formales en poco más de un año. La tendencia negativa no es reciente: el empleo en este sector viene cayendo de manera sostenida desde mayo de 2024, aun en un contexto en el que la actividad económica muestra señales de recuperación.
Este fenómeno tiene dos explicaciones principales. La primera está vinculada al petróleo. El crecimiento de Vaca Muerta, si bien es significativo en términos de producción y exportaciones, no alcanza para compensar la fuerte contracción que se observa en las cuencas maduras, especialmente en provincias como Chubut y Santa Cruz.
Allí, la declinación natural de los yacimientos, combinada con menores niveles de inversión y procesos de racionalización de costos, se traduce en menos puestos de trabajo, incluso cuando el volumen total de hidrocarburos del país aumenta.
La segunda explicación se encuentra en la minería. Si bien el litio continúa expandiéndose y genera expectativas de largo plazo, el empleo que crea no contrarresta el mal desempeño de la minería no metalífera.
Este segmento está estrechamente ligado a la construcción, una de las ramas más golpeadas de la economía en el último tiempo. La paralización de la obra pública y la debilidad de la construcción privada impactan de lleno en la demanda de minerales como cemento, cal y áridos, con efectos directos sobre el empleo.
El año 2025 presenta, además, una anomalía histórica. Por primera vez en al menos tres décadas, la economía argentina crecerá y, al mismo tiempo, se destruirá empleo formal en el sector privado.
Hasta ahora, la relación había sido bastante clara: cuando la economía crecía, el empleo formal aumentaba cuando la actividad caía, el empleo se resentía. Esa correlación se rompió. Hoy hay alrededor de 30.000 empleos formales privados menos que un año atrás, a pesar de la mejora del nivel de actividad.
La clave para entender este quiebre está en la composición del crecimiento. La expansión económica actual está impulsada por sectores poco intensivos en empleo, como petróleo, minería y finanzas, que pueden aumentar producción o rentabilidad sin incorporar grandes cantidades de trabajadores. En contraste, sectores tradicionalmente generadores de empleo —como la industria manufacturera y la construcción— permanecen estancados o en retroceso, lo que limita la capacidad del crecimiento para "derramar" sobre el mercado laboral.
Al observar la historia reciente, los años 2010 y 2021 también muestran desvíos en la relación entre crecimiento y creación de empleo, similares a lo que ocurre en 2025. En ambos casos, se trató de períodos con fuerte crecimiento explicado en buena medida por el arrastre estadístico, tras las profundas caídas de 2009 y 2020. Esa recuperación técnica infló las tasas de crecimiento, pero no siempre se tradujo en una expansión proporcional del empleo.
En definitiva, el problema no es solo cuánto crece la economía, sino cómo crece. Sin un impulso decidido a los sectores intensivos en trabajo, el crecimiento puede convivir —como hoy— con la destrucción de empleo formal, incluso en actividades consideradas estratégicas.
Fuente: diarionorte.com
