El agotamiento crónico que arrasa con la vocación docente en América Latina y el mundo.

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El agotamiento crónico que arrasa con la vocación docente en América Latina y el mundo.
El agotamiento crónico que arrasa con la vocación docente en América Latina y el mundo.

25 de Mayo, 2025-“Ser maestro no es para débiles”"Este hematoma me lo hizo una estudiante de décimo grado. Me dijo que la odiaba y me golpeó con una botella. Ese día pedí una licencia médica". Así arranca el testimonio de Carolina*, profesora de secundaria en Bogotá, quien después de años de vocación, se encontró colapsando emocionalmente frente a sus alumnos. Su historia, desafortunadamente, no es única.

En un fenómeno que crece con velocidad alarmante, los docentes de todo el mundo —especialmente en América Latina— enfrentan una epidemia silenciosa: el agotamiento crónico. Este síndrome, también conocido como "burnout", no solo compromete su salud mental y física, sino que está vaciando las aulas de profesionales calificados y amenazando la sostenibilidad del sistema educativo.

Un problema global con raíces locales

   Según la UNESCO, entre 2015 y 2022 se duplicó el número de docentes que dejaron la profesión en el nivel primario, y la tendencia no ha hecho más que acelerarse desde la pandemia. En total, el mundo necesita 44 millones de docentes adicionales para cumplir con los objetivos de educación básica universal para 2030. La cifra parece utópica ante el ritmo actual de deserción.

   En América Latina, el escenario es especialmente preocupante. Una encuesta del Colegio de Profesoras y Profesores de Chile reveló que ocho de cada diez docentes han sido insultados o amenazados por alumnos o padres. En Colombia, videos de agresiones a docentes circulan con frecuencia en redes sociales. "Ya no se trata solo de enseñar, sino de sobrevivir en el aula", resume Andrés*, maestro chileno con más de 20 años de experiencia.

Las múltiples causas del colapso docente

   El "burnout" docente no se debe a una única causa, sino a una combinación de factores que se han intensificado en los últimos años:

• Sobrecarga administrativa: los maestros no solo enseñan, también deben llenar formularios, asistir a reuniones interminables y justificar cada paso ante autoridades que los supervisan más que los apoyan.

• Condiciones salariales precarias: en países como Argentina, Bolivia o Nicaragua, muchos docentes necesitan tener dos o tres empleos para llegar a fin de mes.

• Falta de recursos: desde pizarras rotas hasta falta de conectividad, muchas escuelas no tienen ni lo mínimo necesario. "Tengo que pedir prestado mi propio proyector cada semana", cuenta Mariana, docente en Perú.

• Violencia escolar: agresiones físicas y verbales, acoso, amenazas. La violencia se ha normalizado en los espacios educativos.

• Presiones externas: desde padres que exigen aprobar a sus hijos sin mérito, hasta gobiernos que lanzan reformas sin consultar a los maestros.

   A todo esto se suman expectativas crecientes: hoy se espera que los docentes sean expertos en tecnología, inclusión, diversidad emocional, mediación de conflictos, y mucho más. "Ya no basta con saber polinomios. Hoy tienes que ser psicólogo, trabajador social y hasta policía en el aula", dice Alejandro*, profesor en Ciudad de México.

La pandemia como punto de quiebre

   Muchos de los síntomas del colapso docente ya existían antes del COVID-19, pero la pandemia fue el catalizador de una crisis latente. "Después del confinamiento, los estudiantes volvieron más ansiosos, más agresivos. Y los profesores… más cansados que nunca", explica la psicopedagoga Laura Araya, quien trabaja con comunidades educativas en Centroamérica.

   Un informe de Education Support, en el Reino Unido, reveló que más del 50% de los docentes quieren abandonar la profesión, y que su salud mental se encuentra "en estado crítico". En EEUU, una encuesta de RAND Corporation concluyó que los docentes tienen niveles de estrés superiores al de cualquier otra profesión, incluidos los trabajadores de la salud.

Vocación contra todo pronóstico

   Y sin embargo, muchos siguen. "Amo lo que hago, pero cada año me cuesta más", confiesa Rosa*, maestra rural en Guatemala. Lo mismo dice Sergio*, profesor en Santiago de Chile: "Puede ser desesperante… pero también profundamente gratificante".

   A pesar del desgaste, aún hay esperanza. Varios países están empezando a implementar programas de bienestar docente, mejores condiciones contractuales y acompañamiento psicológico. Pero los avances son lentos y desiguales.

¿Qué está en juego?

   Lo que está en juego no es solo el bienestar de los docentes. Es la calidad de la educación, la permanencia escolar, y, en última instancia, el futuro de las próximas generaciones. Si no se actúa con urgencia, el sistema colapsará no por falta de estudiantes, sino por la ausencia de quienes deben guiarlos.

   Como dijo una maestra española tras una agresión: "Hoy no pude dar ese 100% que siempre intento dar. ¿Y mañana? No sé si voy a volver".

*Los nombres fueron modificados para proteger la identidad de los docentes. – Basado en testimonios anónimos y entrevistas recogidas por la cadena alemana DW en la Argentina, México, Perú, Colombia y Chile. Datos de la UNESCO, OMS, BBC y estudios académicos.

Fuente: diarionorte.com

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