Como si fuera una escena perdida del cine italiano, una foto vuelve a circular. El cardenal Jorge Bergoglio —aún lejos de convertirse en Francisco, el Papa del fin del mundo— viaja en subte por la Línea A de Buenos Aires. Es 24 de mayo de 2008 y el destino es la Catedral, donde se celebrará el Corpus Christi. La imagen, capturada por el fotoperiodista Pablo Leguizamón, trasciende el instante y se convierte en símbolo: un líder que prefiere mezclarse con el pueblo, casi una figura de película que camina entre nosotros y sin darse cuenta que iba a ser la foto que quedará en la retina del mundo entero. 
Hoy, en tiempos donde el arte y la historia se entrelazan más que nunca, esa foto cobra un nuevo peso. La partida del papa Francisco no solo deja un vacío espiritual y político, sino también un retrato imborrable de humildad. Y es en imágenes como esta donde el arte, el periodismo y la memoria colectiva se funden para contar una historia que trasciende la fe.
El posteo del foto periodista: 
La partida del "Padre nuestro", porque así lo sentí y así lo sienten muchos. Su paso por este mundo —y por nuestra historia— nos enseñó que la iglesia no era solo para los ricos ni para la "gente de bien", sino también para los que dudaban, para los que estaban rotos, para los que alguna vez nos alejamos. Con su amor despojado, su cercanía sin soberbia, nos abrazó a todos por igual.
Hoy, el día después de su partida, es imposible no sentir un nudo en la garganta. Se va el único que supo hablarle al mundo con el idioma de la bondad. Se va un argentino universal que llenó nuestras alma de amor en cada rincón del planeta, un maradoneano, futbolero apasionado, defensor de los desposeídos, no hay dudas fue y será el mejor. Pero queda su legado, y queda esta imagen que lo resume: sentado en el subte, como uno más. Un gesto mínimo que se vuelve eterno gracias a la cámara de Pablo Leguizamón. Una foto que no solo documenta un momento, sino que ilumina una manera de estar en el mundo.
Porque en tiempos de tanta oscuridad, Francisco fue luz. Y eso no se olvida.
 Fuente: El Liberal