Cada 31 de julio se conmemora el Día de la Virgen de Huachana, patrona del monte santiagueño. A 205 años de su aparición en tierra santiagueña, el monseñor José Luis Corral, Obispo de Añatuya, compartió una emotiva carta, destacando la imagen no solo como una figura religiosa, sino como símbolo de nuestra cultura y tradición.
A continuación la carta completa: 
Queridos hermanos y hermanas en la fe:
Para nuestra querida Diócesis de Añatuya, Huachana es un verdadero tesoro escondido en medio del monte. Allí, la Virgen María, Madre tierna y cercana, continúa convocando a sus hijos e hijas. En ese encuentro humilde y profundo, la fe se expresa de manera sencilla, con gestos que brotan del corazón del pueblo y que conforman un lenguaje simbólico y sagrado, transmitido con amor de generación en generación.
En Huachana, la presencia de Dios se hace palpable. Dios se manifiesta vivo, caminando con su pueblo, abrazándolo en la carne viva de su historia. Es allí donde, en medio de la precariedad del entorno, brota con fuerza la belleza de una espiritualidad encarnada, que no necesita grandes discursos, sino que se manifiesta en la fe sencilla del pueblo, en sus cantos, promesas, silencios, caminatas, lágrimas y oraciones.
Esta manifestación de fe no es sólo personal, sino también profundamente comunitaria. Quien peregrina a Huachana experimenta que somos uno: un solo cuerpo, un solo pueblo, unidos por la esperanza y por una fuente común de sentido y consuelo. 
Es en este caminar compartido donde el Evangelio se hace carne: "Felices los pobres y sencillos, porque a ellos se les ha revelado el misterio del Reino".                                 
Aquí se cumple esa palabra: los pequeños saborean las cosas de Dios con sabiduría del corazón, con frescura y profundidad.
Muchos llegan a Huachana con el corazón cargado. A los pies de la Virgen depositan dolores, búsquedas, agradecimientos y promesas. Y en medio de la noche, cuando el monte se ilumina con las velas que cada fiel lleva en sus manos, la esperanza se vuelve a encender. He contemplado esa luz y he comprendido que, aun en medio de la oscuridad cultural y social que atravesamos, el "sí" de María sigue resonando, recordándonos que es posible volver a empezar, que la vida vale, que la comunión es posible, que el servicio es camino.
Peregrinar a Huachana es decir "presente" a una cita sagrada. Es volver, una y otra vez, desde nuestras pobrezas y fragilidades, con el anhelo de comenzar de nuevo. Es resistirse a la indiferencia, al fatalismo y al conformismo, tan extendidos en nuestros días. Es aprender de María a estar, a custodiar y a asistir.
Estar como ella estuvo: desde el nacimiento de Jesús hasta el pie de la Cruz. Fiel en las alegrías y en los dolores, en la luz y en la sombra.
En un mundo donde muchos se alejan, se esconden o se desconectan, la Virgen nos enseña el valor de la presencia compasiva. Nos enseña que desde el corazón se puede conectar con Dios y con los hermanos. Conectar no es solo un gesto emotivo es una decisión espiritual: es reconocer que estamos en manos del Padre que no nos abandona y que nos llama a decirnos unos a otros: "No estás solo. Nos tenemos. Somos hermanos. Somos familia."
En esta cultura que con facilidad endiosa el poder, el dinero o el placer, la fe sencilla del pueblo en Huachana proclama con humildad: "Tenemos un solo Dios. A Él pertenecemos. No adoramos a nada ni a nadie más." Somos hijos de María. Somos miembros de la Iglesia. "Ella es nuestra y nosotros somos de ella". Y desde ese lugar, peregrinamos con dignidad y esperanza.
Que este tesoro evangelizador que es Huachana siga desplegando su fuerza y su belleza. Que continúe siendo luz en el camino, impulso misionero y abrazo maternal para quienes buscan sentido. Que nos ayude a mirar hacia adelante, sin quedarnos anclados en nostalgias estériles, pero tampoco atrapados en optimismos vacíos.
Miremos con confianza. Caminemos con compromiso. Porque la luz que nace en Huachana puede alcanzar todos los rincones de nuestra vida y de nuestra Iglesia.
Gracias a todos los que forman parte de este signo de Dios entre nosotros: peregrinos, devotos, promesantes, sacerdotes, servidores, voluntarios. Gracias por mantener viva esta expresión de fe que nos une y nos edifica como Iglesia.
Huachana es un pedacito de cielo abierto, donde el polvo de los caminos se eleva como incienso, y donde el monte se transforma en casa y carpa capaz de proteger, abrazar y sostener a quienes llegan con el alma cansada, con el corazón dispuesto y con la esperanza encendida.
Allí, en medio de la pobreza del monte, estamos edificando un templo vivo, no hecho sólo de ladrillos y cemento, sino de personas que creen, esperan y aman. Cada gesto de fe, cada canto, cada paso del peregrino, cada vela encendida en la noche, cada oración susurrada en silencio... todo se convierte en ofrenda al Padre en un culto verdadero y vivo, hecho de vidas entregadas, corazones convertidos y manos dispuestas al servicio. Un culto que no se limita a los ritos, sino que se prolonga en la vida, en la justicia, en la solidaridad y en el amor concreto al hermano.
Que Huachana, con su belleza y su humildad, nos siga enseñando que en lo pequeño puede habitar lo eterno, y que, desde el monte, la Iglesia puede elevar su alabanza más auténtica, centrada en el Evangelio, sostenida por la ternura de María, y encendida por el Espíritu que no deja de obrar en los sencillos y humildes.
Con afecto pastoral,
José Luis Corral, SVD
Obispo de Añatuya
 Fuente: El Liberal