La provincia de Tierra del Fuego vive días de tensión y movilización, marcada por una huelga de trabajadores metalúrgicos ante el temor creciente de despidos masivos y el vaciamiento progresivo de la industria fueguina.
   Ya van 10 días de protesta continua. No hay respuestas concretas, solo incertidumbre. Lo que sí abunda son testimonios cargados de angustia y dignidad. Desde jóvenes con su primer trabajo formal hasta veteranos de la industria con décadas de servicio, todos tienen algo en común: una historia que no quiere ser borrada por la desidia o el desconocimiento.

"Esto no es un parque de diversiones"
   Uno de los testimonios más potentes lo dio Tatiana, una joven madre que consiguió su primer empleo registrado hace apenas cuatro meses. "Tengo más de tres emprendimientos, pero este fue mi primer trabajo en blanco, mi primer aporte, mi primer derecho. No somos ensambladores que meten cosas en cajas. Somos trabajadores industriales que ponemos el cuerpo todos los días, con frío, desde la madrugada", dice con la voz quebrada y la mirada firme.
   La frase que resuena en los pasillos de la planta y en los corazones de los trabajadores viene como respuesta a los dichos de Federico Sturzenegger, asesor del Gobierno nacional, quien calificó al parque industrial de Tierra del Fuego como una "ciudad linda, llena de galpones". Para los fueguinos, esas palabras no solo fueron un agravio, sino también una muestra más del desconocimiento que atraviesa muchas decisiones políticas actuales.
Una vida de trabajo en la isla   Luis llegó a Tierra del Fuego en 1983 con una bolsita y un sueño. Hoy, con 42 años de trayectoria en el sector, defiende lo que construyó: su casa, su familia, su historia. "Mis hijos aman esta isla como yo. Yo vine buscando un futuro. Y ahora, después de todo, nos quieren borrar. No nos vamos a ir", cuenta, emocionado hasta las lágrimas.
   Silvia, otra trabajadora con 19 años en la planta, suma: "Nos dicen vagos desde el desconocimiento. Entramos a las 6 de la mañana y trabajamos de pie ocho horas, con solo dos descansos de 15 minutos. Acá no hay magia, hay laburo. Y mucho".
   Como ellos, son miles los que diariamente atraviesan una rutina sacrificada en condiciones climáticas extremas, con un costo de vida muy por encima de la media nacional. Mónica, trabajadora del área de televisores, lo resume con crudeza: "Un kilo de carne cuesta $20.000, un paquete de yerba, $7.000. Gasté $60.000 en carne para una semana. ¿Cómo se vive con incertidumbre, sin transporte público y con miedo a perder el trabajo?".

Industria y soberanía
   La historia de la promoción industrial en Tierra del Fuego no es casual. Se remonta a la década del 70, durante gobiernos militares, como una política de Estado para poblar una zona clave en términos geopolíticos. La ley 19.640, vigente aún hoy, otorga beneficios fiscales para promover la radicación de empresas en el extremo sur argentino. "Esto no es solo trabajo, es soberanía", afirma Erika, otra empleada que llegó desde Córdoba hace 25 años y que hoy tiene a toda su familia en la isla.
   La defensa de la industria fueguina excede lo económico. "Si se cae la industria, no solo se pierden 8.000 puestos directos. Se cae el tejido social. La niñera, el kiosquero, el Uber, la señora que limpia. Todos dependemos de esto", añade Mónica. "Sin fábrica, no hay isla", repiten.

Una esperanza política
   En paralelo a la protesta, se desarrolla en Buenos Aires una reunión clave. Participan el gobernador Gustavo Melella, empresarios del sector, y representantes sindicales. La expectativa busca un posible compromiso de las empresas para no despedir trabajadores.
    "Esta situación se resuelve en la política. Y necesitamos compromiso. Las empresas se han beneficiado durante años. Es hora de que también den la cara", expresa Mauro, otro obrero movilizado.
   El presidente Javier Milei, al ser consultado sobre el tema, se limitó a decir que "el trabajo no es un derecho adquirido". Esa declaración reavivó el enojo de los trabajadores, quienes sienten que el Estado ha dejado de cumplir su rol de mediador y protector frente a los embates del mercado.
Una comunidad movilizada   Lo que ocurre en Tierra del Fuego no es solo una huelga. Es una comunidad entera alzando la voz. Es la dignidad de los que se levantan a las 4.30 de la mañana para producir, la historia de una región que apostó al trabajo y que hoy se siente en peligro.
    "Nosotros no somos los enemigos. Queremos seguir trabajando, aportando. No queremos subsidios ni caridad. Queremos respeto", dice Erika. Y esa frase podría estar estampada en una bandera, como un grito colectivo que busca abrirse paso entre la nieve y el olvido.

El frío no congela la esperanza
   La lucha de los trabajadores de Tierra del Fuego es el reflejo de un país en tensión. En medio de ajustes, reformas y discursos tecnocráticos, emergen las voces reales, las que cargan herramientas y mochilas, las que no aparecen en los PowerPoint.
   Hoy, mientras el viento invernal ya sopla con fuerza, hay una verdad que sostienen miles de obreros y obreras firmes sobre la escarcha: no defienden solo un empleo, defienden una forma de vida. Y aunque el frío cale los huesos, la esperanza sigue intacta.
Fuente: diarionorte.com