En una tarde cargada de emoción y símbolos, el Vaticano vivió uno de los momentos más conmovedores de su historia reciente: el rito del sellado del féretro del Papa Francisco. El silencio fue el lenguaje común entre quienes presenciaban este instante tan íntimo como histórico. El pueblo católico y todas las religiones despiden al primer Papa jesuita, al pastor que con humildad y ternura que conquistó los corazones del mundo entero.
La figura de Jorge Mario Bergoglio, el Papa del siglo XXI, queda ahora en la memoria colectiva como la de un hombre de fe profunda, comprometido con los últimos, un hombre cercano, humano. Un Papa contemporáneo que no temió hablar con el corazón. Su partida deja un vacío difícil de asimilar.
Desde Roma, en representación de la comunidad santiagueña, la periodista Cintia Suárez cubre para EL LIBERAL esta despedida universal, que encuentra eco en cada rincón del mundo. Una ceremonia privada y solemne.
El acceso a los fieles fue cerrado puntualmente a las cinco de la tarde. Se estima que cerca de 250 mil personas pasaron durante los tres días del velatorio por la Basílica de San Pedro para darle su último adiós. Frente al altar de la confesión, donde descansaban sus restos en un sencillo féretro de madera, comenzó el rito íntimo, reservado solo para las altas autoridades eclesiásticas.
Presidido por el camarlengo Kevin Farrell, el acto fue acompañado por figuras claves de la Iglesia: el cardenal Giovanni Battista Re, de 91 años y Decano del Colegio Cardenalicio, y el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado vaticano y uno de los nombres que suenan con fuerza en el cónclave que se avecina. También estuvieron presentes canónicos del Capítulo Vaticano, penitenciarios menores y los secretarios personales del pontífice.
El momento del sellado fue sobrio, cargado de significado. La madera del féretro, sencilla como fue su vida, fue asegurada con los sellos oficiales del Vaticano. El ritual selló no solo una etapa, sino una era.
Francisco, el Papa que tocó el alma del pueblo
"Francisco fue un hombre de carne y hueso que se metió en nuestra historia", se escuchaba decir entre los peregrinos que aún aguardaban en las inmediaciones de la plaza, con rosarios en mano y lágrimas sinceras.
Desde el corazón del Vaticano, el eco del pueblo sigue resonando. El dolor es inmenso, pero también lo es el legado de este hombre que eligió vivir y morir con sencillez, que habló de paz, amor y justicia hasta el último día.
Fuente: El Liberal
