Pueblos forestales y el asfixiante régimen social de The Forestal

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Pueblos forestales y el asfixiante régimen social de The Forestal
Pueblos forestales y el asfixiante régimen social de The Forestal

“El tanino de la mimosa en el África pasa a ocupar el primer lugar en el mercado mundial. Allá gobierna la minoría blanca y están los negros para el trabajo, que son totalmente intercambiables, porque se cuentan por millones y están hambrientos”. Por: Raúl Osvaldo Coronel* 28 de Agosto, 202

Es engañoso el dicho de “generar puestos de trabajo” dependiendo de empresas que recurren a  recursos naturales como fuente de producción. No solamente los agota con graves perjuicios ambientales, sino que producen desocupación planificada. Mientras la marea humana que había trabajado en The forestal se desplazaba hacia cualquier destino luego del cierre de las fábricas de tanino del quebracho, la empresa publicaba su balance de 1954.

“Nuestras explotaciones en África, planeadas durante muchos años para para reemplazar la reducción prevista en nuestra producción argentina, están progresando favorablemente. Nuestra base principal The Natal Tanning Co. Ltd. en Sudáfrica está establecida y administrada económicamente”. 

 “Nuestra subsidiaria en Kenya, The East African Tanning Extract Co. Ltd, está actualmente en buena marcha para tomar su lugar al lado de la Compañía Natal, en cuanto a su capacidad productiva, económica y utilidades. Nuestra subsidiaria en Rhodesia, todavía en estado de desarrollo, alcanzará a ser productiva a fines de 1955”.  

Los accionistas podían quedar tranquilos una vez más. El capital invertido por la compañía en África alcanzaba en 1956 a 7 millones de libras. El tanino de mimosa, especie producida en aquel continente, pasó a ocupar desde 1959 el primer lugar en el mercado mundial. Y para mayor tranquilidad de aquellos señores, allá gobernaba la minoría blanca y estaban los negros para el trabajo, totalmente intercambiables porque se cuentan de a millones y están hambrientos. Su marinería conocía el lugar mediante la Real Compañía de África para el comercio de esclavos (Fuente, Rafael Virasoro).

La explotación de los bosques de quebracho no es algo nuevo, se hizo desde siempre. Antes de La Forestal, durante 60 años con ellos, y sigue haciéndose para un desarrollo tecnológico extranjero. Las primeras fábricas de tanino se instalaban cerca del monte para facilitar el transporte de rollizos mediante carros o cortos trayectos ferroviarios. Al avanzar la frontera de explotación, se ampliaron líneas férreas de mayor extensión hacia puertos y grandes fábricas.

Casa de un obrero forestal.

Todas las actividades forestales requirieron mano de obra que originó un aluvión de migrantes de Corrientes, Santiago del Estero, Paraguay, más la india, que van a realizar tareas menos calificadas. Hacheros, labradores, leñadores, carreros, guincheros, obreros de fábrica como aserrinero, tonelero, fundidor, peón y numerosos oficios. Los menos, personal de oficinas, gerentes, ingenieros y de otras profesiones vinculadas con la actividad. Todos vivieron en un espacio social bajo el omnipresente dominio y control ejercido por The Forestal. 

Se sabe de los jornales por el diario La Razón, de 1922: los trabajadores forestales cobraban de 1 a 2,80 pesos diarios y se sentían “satisfechos, porque al fin nuestros hijos comen”. El diario La Mañana de Santa Fe, de 1938, que los obreros de Intiyaco cobraban entre 1,80 y 2,50 pesos diarios. En general, el jornal de 10 horas de un hachero fue de 1,20 pesos diarios por 20 días al mes. En el mejor de los casos, 50 pesos mensuales comparado con el de un maestro de 120, o del gendarme volante, que fue de 125 pesos mensuales.  

Vivían en ranchos de 3x3 y en ellos se alojaba toda la familia, en muchos casos compuesta hasta por 12 miembros. Dormían normalmente en el suelo, sobre bolsas de arpillera, nada de catres, implementos de lujo. En la familia se notaba la desnudez y desnutrición en general, especialmente de la niñez, siendo pavorosa la mortandad infantil. El mismo panorama se advertía en Intiyaco, en Tartagal, Santa Felicia, El Toba y Ogilve. “Los niños comen carne dos veces por semana, el resto mate cocido y galleta”, decía el diputado José G. Doldan en el diario La Mañana.

Vagón “ejecutivo” que usaban los directivos cuando iban de visita a núcleos ferroviarios.

Viví en Intiyaco, Santa Fe, en una casa de tablas, sin luz eléctrica (se usaba “sol de noche” a kerosene), a fines de la década de 1950. Concurrí a la escuela primaria allí, y conocí esa población remanente de obrajes.  

El lado opuesto eran los pueblos de La Gallareta, Tartagal, Villa Ana, Villa Guillermina levantados en torno a las fábricas. Tenían el centro, donde estaban los edificios principales, calles arboladas bien trazadas y pavimentadas con aserrín cocido de quebracho o polvo de carbón, el edificio de la administración, la vivienda del gerente, la soltería (donde vivían los solteros), el almacén de ramos generales, las panaderías, carnicería, farmacia y hospital.

La “Casa de Visitas”, residencia ocasional para viajeros importantes, era utilizada como sistema persuasivo y de “ablande” de cuanto periodista o funcionario se acercara a la fábrica por alguna gestión. Una atención especial que incluía desayunos y comidas exquisitas, vinos especiales, vajilla y cristalería de primera, atención personalizada, para persuadir al alojado al cabo de pocos días. Seguro, salía convencido de que The Forestal era lo mejor que le podía pasar a la región. Todo bajo la supervisión de un intendente que estaba presto a servir. 

Cuando alguna vez pase a conocer el interior de una casa de visitas, mi anfitrión, el intendente, se sentía orgulloso y dueño de lo que mostraba, se hacía parte de una riqueza histórica envidiable de su pueblo.  

Las casas de visitas eran donde sucumbían las casi buenas intenciones de los miembros de la mayoría de las comisiones investigadoras, que desde los inicios de la actividad de la compañía, enviaba periódicamente la legislatura. Al comisionado que lograba sustraerse a la atención solícita del gerente The Forestal, a la idoneidad del exquisito cocinero, a la valiosa vajilla europea, lo esperaba en el interior del monte un rostro sucio y despiadado… la ranchería del obraje y sus miserables habitantes. 

En contraste con las casas del pueblo y su lujosa casa de visitas estaba la otra realidad. Los reclamos sindicales por la que se generó la matanza de más de 600 obreros fueron a causa de un sinnúmero de necesidades sociales y se conocen por medio del informe de la visita que hiciera en 1920 el dirigente sindical Luis Lotito. Señalaba entre otras: la carencia de servicios básicos y de higiene indispensable. “De Tartagal, en gran parte del pueblo no hay servicios sanitarios, lo que representa una incomodidad muy grande y es causa de suciedades y espectáculos repugnantes. En Villa Guillermina, faltan los sanitarios necesarios y algunos que hay, mejor no recordarlos, porque en vez de ser un servicio de higiene son un foco de infección, aparte de ser un sitio de pestilencia, en donde prosperan una variedad de insectos y gusanos a cual más inmundos…”.

*Abogado, especialista en evaluaciones ambientales, escritor e historiador del Chaco y sus ancestros.

Fuente y foto: diarionorte.com

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